¿De dónde procede la quiromancia? Como todas las artes adivinatorias, su historia viene de muy antiguo, y sus Orígenes se emparentan con los de la astronomía y las matemáticas. Se tienen indicios de que la quiromancia se practicaba ya en la India, Mesopotamia, Egipto, China e India, e incluso entre las poblaciones de la América precolombina. Sin embargo, la quiromancia antigua era más bien quirosófica: su finalidad no era adivinar el futuro, sino que había en ella un componente místico, y muchas veces también curativo.
En el Vasishtha, un antiguo texto védico que data de 2000 años a.C., se menciona ya este arte, que era «muy difundido y respetado». La propia Biblia la cita también: «Ello será como señal sobre tu mano y como memorial ante tus ojos, para que la ley de Yahvé sea en tu boca, porque con mano fuerte te ha sacado Yahvé de Egipto» (Éxodo, 13-9); «En la mano de toda la humanidad pone [Yahvé] un sello, de suerte que todos los hombres conozcan su obra» (Job, 37-7). En China se han hallado textos quirománticos anteriores al siglo IV a.C., que parecen hacer referencia a otros muy anteriores aún, desgraciadamente perdidos.
El origen de la quiromancia es pues oriental. Llegó a Europa a través de la Grecia clásica y sus contactos con Oriente y sobre todo con Egipto, como atestiguan algunos textos de Aristóteles y otros contemporáneos suyos. En ese punto se inició su vertiente adivinatoria, puesto que los griegos mostraban una gran inclinación a todo lo oracular. De ahí, el conocimiento pasó a Roma, que bebió abundantemente en las fuentes griegas. La descomposición del imperio romano trajo consigo la decadencia de todo el esplendor alcanzado por las civilizaciones antiguas, dando paso a la tenebrosidad de las edades oscuras.
Durante la Edad Media, los gitanos, ese extraño pueblo de origen incierto que se extendió en su vagabundear por toda Europa, fueron prácticamente los únicos que mantuvieron encendida la llama de la quiromancia, junto con la de otras artes tan secretas como prohibidas por la estricta e intolerante iglesia Católica de la época. Evidentemente, eso trajo
Consigo una profunda degradación de la antigua ciencia, que perdió buena parte, por no decir la totalidad, de su naturaleza mística y filosófica, convirtiéndose en un mero instrumento de adivinación.
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